viernes, 13 de febrero de 2009

Tema del mes de Febrero de 2009


FÁBULAS CON MORALEJAS


“Las decisiones del Señor Búho”

El Señor Búho tenía los ojos redondos y grandes como yemas de huevo. Gozaba de fama de sabio entre la pajarería del bosque. No sabía hablar como los loros y las cotorras, pero resultaba, en cambio, mucho más serio. Se pasaba las noches encima de un árbol, con los ojos abiertos de par en par, estudiando las tinieblas.

Cuando la Señora Búho puso el primer huevo, el cabeza de familia, sentenció gravemente: “Ejem… tendremos un buhíto que será sabio como yo”.

El buhíto, en contra de los deseos del padre, resultó un pájaro triste y poco aficionado a la ciencia.

Sus ojos también eran grandes y amarillos, pero, mientras los del Señor
Búho se mantenían alerta toda la noche, los suyos comenzaban a cargarse de sueño a la caída del sol.

“Ejem… Un Búho jamás duerme por la noche”.

“¿Y qué quieres que haga si me caigo de sueño?”.

“Vas a ser la vergüenza de la familia”. “Yo me he hecho un hombre con duros esfuerzos y no estoy dispuesto a que tú me defraudes frente a la opinión pública”.

El buhíto fue enviado al colegio de pájaros graduados, el mejor colegio del bosque. Un día el Señor director se creyó en el deber de prevenir a Papá Búho. “Mucho me temo que su hijo no pueda terminar sus estudios, no es bueno para la ciencia, no le interesan las matemáticas, ni el cálculo… Sólo hay una cosa que le apasiona: SILBAR. ¿Y usted le ha oído? Es maravilloso”.

“Lo que ocurre es que usted es un mal profesor, presentaré una denuncia. Mi hijo es un genio, como su madre y yo. No estoy dispuesto a que se haga recaer sobre su talento las deficiencias del sistema educativo de este centro”.

El Señor Búho, con sus ojos más amarillos que nunca, se llevó al buhíto a casa, le dio un garrotazo descomunal. “A mí, no me dejas en ridículo delante de nadie, si no acabas la carrera por las buenas, la sacas por las malas, y de eso me encargo yo…”

El buhíto recibió clases particulares, le pusieron anteojos… y siguió cayéndose de sueño al ponerse el sol.

Y cuando el Señor Búho se iba a dormir, el buhíto se colocaba en lo más alto del árbol y empezaba a silbar... y el bosque guardaba silencio y se ponía de puntitas para oírle.
MORALEJA: Los padres y las madres no somos dueños de nuestros hijos e hijas, más bien tenemos la misión de educarlos, de enseñarlos a vivir. Y enseñarles a vivir no significa que ellos hagan lo que nosotros queremos, que continúen viviendo lo que nosotros no vivimos.
*

“El extraño caso del Cangurito”

Cangurito se asomó al exterior desde el bolsillo de mama Cangura.

- ¡Que grande es el mundo! - exclamó con admiración -. ¿Cuándo me dejarás salir a recorrerlo?

- Yo te lo enseñaré sin necesidad de que salgas de mi bolsillo – dijo mamá Cangura pasándole la lengua por el fino pelaje -. No quiero que te juntes con malas compañías ni que te expongas a los peligros del bosque. Yo soy una Cangura responsable y decente.

Cangurito lanzó un suspiro y permaneció en su escondrijo sin protestar.

Ocurrió que Cangurito, como todos los canguros, empezó a crecer y a desarrollarse, y lo hizo de tal manera que el bolsillo de mamá Cangura comenzó a descoserse por los costuras.

- ¡Te prohíbo seguir creciendo! – dijo con energía mamá Cangura -. Y Cangurito, que era la criatura más obediente del mundo, dejó de crecer en aquel instante.

Dentro del bolsillo de mamá Cangura, comenzó Cangurito a hacer preguntas y preguntas acerca de todas las cosas que veía. Era un animalito inteligente y demostraba una clara vocación de científico. Pero a mamá Cangura le molestaba no encontrar a mano las respuestas necesarias para satisfacer la curiosidad de su cachorro.

- ¡Te prohíbo que vuelvas a hacerme más preguntas! – dijo finalmente mamá Cangura. Y Cangurito, que cumplía a la perfección el cuarto mandamiento, dejó de preguntar y se le puso cara de cretino.

Un buen día las cosas estuvieron a punto de volver a sus cauces normales.

Ocurrió que Cangurito, asomado como siempre al bolsillo delantero de mamá, vio cruzar ante sus ojos una Cangurita de su misma edad. Era el ejemplar más hermoso de su especie.

- Mamá – exclamó con voz emocionada -, quiero casarme con la Cangurita.

- ¿Quieres abandonarme por una Cangura cualquiera? ¡Este es el pago que das a mis desvelos!

Y con más energía que nunca, mamá Cangura dio una orden:

- ¡Te prohíbo que te cases! -. Y Cangurito no se casó.

Cuando mamá Cangura se murió, vinieron a sacar a Cangurito del bolsillo delantero de la difunta. Era un animal extrañísimo. Su cuerpo era pequeño como el de un recién nacido, pero su cara comenzaba a arrugarse como la de un animal viejo.

Apenas tocó la tierra con sus patas, su cuerpo se bañó de un sudor frío.

- ¡Tengo miedo a la tierra! – dijo -. Parece que baila a mí alrededor.

Y pidió que le metiesen en el tronco de un árbol.

Cangurito pasó el resto de sus días asomando el hocico por el hueco del tronco. De cuando en cuando se le oía repetir en voz baja: - Verdaderamente ¡que grande es el mundo!

MORALEJA: En el oficio de los padres, la parte más dificil no consiste en la entrega de la vida a los hijos sino en la entrega de la libertad.