miércoles, 2 de septiembre de 2009

¿POR QUÉ MIENTEN NUESTROS/AS HIJOS/AS?

En nuestra sociedad, la sinceridad es considerada como un valor importante. Por eso, si alguna vez descubrimos que nuestros/as hijos/as nos han engañado, tendemos a alterarnos. Y, sin embargo, pensamos que somos honestos con ellos y que si les mentimos alguna vez es para protegerlos/as y, aunque seguro que haya sido así, han aprendido a callar o a no decir la verdad.

Los/as niños/as, desde que tienen pocos meses de vida entienden bien el lenguaje no verbal y captan muchas informaciones a las que los adultos no damos importancia. A veces los padres y las madres hablamos de temas serios cuando los/as niños/as están delante y creemos que éstos/as andan sumergidos en sus juegos y no se enteran. Sin embargo, la sorpresa surge cuando hacen alguna pregunta comprometida con la conversación que manteníamos: “Mamá, ¿por qué no quieres que vengan los abuelos?”. Al intentar arreglarlo: “¿Cómo no voy a querer que vengan?”, sabrá que le estamos intentando engañar. Además, en ocasiones le pedimos que no hagan determinadas conductas que nosotros sí hacemos, como gritar o decir tacos.

En la publicidad, en la televisión o en la calle también suelen encontrarse con frecuencia con la mentira., o han podido decirnos la verdad sobre un hecho, pero les hemos censurado o castigado porque no nos pareció bien lo que hicieron, con lo que aprenden a mentir para evitar el castigo.

No obstante, aunque decir la verdad resulta lo adecuado, la mentira puede estar justificada en algunos casos: cuando la utilizamos para protegernos o para proteger a otros, o cuando decir la verdad puede suponer poner las cosas peor. De hecho, las mentiras de los/as niños/as suelen ser de protección o para cubrir alguna necesidad. Por lo que muchas veces nos están indicando que tras las mentiras hay algo que resolver: miedo, desconfianza, reclamo, atención o que precisan jugar con los amigos más que hacer sus tareas. Por lo tanto, nos interesa intervenir en las cuestiones que están detrás de la mentira y solventarlas en primer lugar. Es imprescindible entonces, no dramatizar y crear un clima de comunicación y de confianza.

Es cierto que todos los/as niños/as pequeños/as mienten en algún momento. En los menores de 5 años, el mundo mágico de los sueños, deseos y fantasías, no siempre se diferencia de la realidad. Pero cuando la mentira se convierte en algo crónico pasada esta edad, revela un problema más profundo de inseguridad o falta de autoestima que conviene averiguar y tratar.

De hecho, a partir de 5 años, los niños/as comienzan a mentir de forma consiente, cuando ya suelen distinguir la diferencia entre lo que es cierto y lo que no lo es, aunque aún no tienen claro que mentir sea algo incorrecto. En algunos casos, lo hacen para probar y ver las reacciones de los adultos y comprobar hasta dónde pueden llegar, pero en otros casos, se trata de una forma de obtener afecto y que en la adolescencia puede convertirse en una forma de obtener más intimidad o de ocultar otros problemas más graves.

La mentira puede ser síntoma que nos indique la personalidad de nuestro/a hijo/as:

El/la niño/a tímido/a que se evade al sentirse desamparado/a
El/la niño/a agresivo/a y colérico/a que no encuentra la reacción adecuada
El/la niño/a temeroso/a que trata de huir del peligro
El/la niño/a vengativo/a que busca desquitarse

A menudo es muy difícil saber si nuestros/as hijos/as están diciendo la verdad o no. Podemos saberlo porque cuando dicen la verdad, generalmente están relajados y sus expresiones faciales lo demuestran. Sin embargo, cuando mienten, sus expresiones faciales pueden demostrar ansiedad. Al escucharlos/as cuidadosamente, tenemos que preguntarnos si existen contradicciones en lo que dicen, si tienen sentido sus palabras, si es creíble el contenido... De hecho, si los/as niños/as dicen la verdad, usualmente sus palabras no suenan ensayadas, y si suena ensayado, podemos hacerles preguntas para ver cómo reaccionan al contestarlas.

Pero... ¿qué podemos hacer cuando nuestro/a hijo/a miente? Lo primero es intentar averiguar el porqué de ese comportamiento para así poder corregir lo que de nuestra parte pueda estar influyendo en el mismo y, en caso de que sea exagerado, poder recurrir a un profesional que pueda analizar el problema y orientarnos en la mejor forma de solucionarlo.

Aún así, existen una serie de pautas que podemos emplear para evitar en lo posible las mentiras de nuestros/as hijos/as:
- Dar ejemplo. Es difícil pedirle que no mienta si nosotros lo hacemos de forma habitual. Frases tan comunes como “Si me llaman por teléfono, di que no estoy”, pueden confundir al niño/a si luego le recriminamos por decir él algo parecido.
- Crear un clima de confianza que le sirva para tener la seguridad de que puede contarnos todo con tranquilidad y sin miedo.
- Explicarle claramente la diferencia entre la verdad y la mentira.
- Felicitarle cuando nos diga la verdad, especialmente si la misma conlleva riesgo de ser castigado. Por supuesto, si ha actuado mal y nos lo confiesa sin mentir no significa que no le debamos castigar.
- No reaccionar de forma desproporcionada cuando mienta, siendo preferible reprenderle o comentar lo ocurrido en privado que hacerlo en público.
- Fomentar oportunidades para que actúe de forma sincera.
- La mentira no siempre hay que castigarla, a veces es más positivo saber sus razones para mentir, de tal forma que podamos actuar para que comprenda lo valioso de la sinceridad.
- Liberarse de actitudes neuróticas. Muchas veces reaccionamos con ansiedad ante la simple posibilidad de la mentira: “¿Habrá dicho o no la verdad?” Y cuando la mentira es descubierta, entonces se acosa al niño/a, se multiplican las preguntas y los interrogatorios y, haciendo gala de una gran desconfianza, ya no se le cree, aunque diga la verdad.

Los niños pueden mentir porque su imaginación les desborda, por escapar de un mundo que encuentra triste o desagradable, por imitar a los adultos, por defenderse de ellos, por llamar la atención, por agradar, por no defraudar a sus padres o profesores o por ocultar una verdad que es difícil aceptar… La sinceridad se desarrollará en un ambiente en el que nos sintamos libres, tranquilos, relajados y en el que exista una verdadera comunicación entre los miembros, un ambiente en el que haya ausencia total de represión y miedo y en el que se desarrolle una relación fundada de manera sólida en la confianza.