martes, 24 de marzo de 2009

Tema del Mes de Marzo. Tres libros, tres puntos de vista sobre la adolescencia.


Desgraciadamente el mundo adolescente aparece en los medios de comunicación cada día casi siempre resaltando la cara más triste, violenta o extrema de esta etapa tan especial e importante en el desarrollo de cualquier ser humano. Violencia en las aulas, peleas, consumo de sustancias o conflictos con los padres. Pero los adolescentes son mucho más que eso. Sólo hacen falta ojos que los miren de distinta manera. Miradas que profundicen en el universo que cada uno de los adolescentes que recorren nuestras calles albergan en su interior.

Y aquí van tres de esas miradas.

El mundo amarillo de Albert Espinosa.

Albert Espinosa sufrió un cáncer cuando tenía 14 años. Dejó el colegio, tuvo que abandonar su entorno, su barrio, sus amigos. Pasó diez años ingresado en un hospital. Su adolescencia transcurrió entre médicos, operaciones y amigos que morían. Como dice el propio Albert en su libro, en el camino dejó una pierna, un pulmón y un trozo de hígado. Pero Albert nos desconcierta y comienza este interesante libro afirmando a boca llena que los diez años de hospitalización han sido una de las mejores épocas de su vida.

Albert Espinosa resalta en su libro aspectos de vital importancia en la adolescencia como la amistad, la inocencia, el descubrimiento constante del mundo, de los otros y de uno mismo y todo ello con una mirada intensamente optimista sobre el mundo, a pesar del cáncer, a pesar del dolor y a pesar de la muerte. O precisamente por ella.

Albert parece haber paralizado su mentalidad en ese tramo mágico de la vida y su filosofía, su punto de vista sobre las cosas, sus inquietudes y su alegría es pura adolescencia. Su libro es todo un regalo, un regalo lleno de experiencias vitales que rebosan sabiduría, una sabiduría pequeña, esencial, frágil pero palpable. Y para muestra, un botón.

Aquí os regalamos uno de los capítulos de temática claramente adolescente. Nada de teorías psicoevolutivas ni conceptos raros, simplemente adolescencia en estado puro. Sobretodo masculina.

Capítulo 15: “Hazte pajas positivas”

Soy un gran defensor de las pajas. Hace unos años escribí una obra que se llamaba El Club de las pajas. Mi pasión por las pajas proviene de la mala prensa que tienen. Siempre se habla de ellas con coña, con humor, como chiste, como una cuestión de segunda división.
A mí me intrigan mucho las pajas, sobre todo lo que se esconde tras ellas. A veces es pasión no conocida, a veces amor desmesurado, a veces sexo, a veces vergüenza, a veces deseos ocultos. Las pajas siempre dan más información de una persona que todos los datos que preguntemos.
“Uno es lo que es después de una paja”. Eso me dijo un fisioterapeuta. Me explicó que después de hacerte una paja, quien queda eres sólo tú. En esos dos o tres minutos después de la masturbación aparece la esencia de quién eres. El fisioterapeuta era un apasionado de las “pajas positivas”, que, según él, eran las pajas que te haces pensando en una persona y que le traen suerte. Tras dedicarle una paja la suerte va al citado inspirador.
Siempre me pareció poética esa manera de enfocar las pajas. ¡He dedicado tantas pajas positivas en mi vida! Te sientes poderoso, dotado de un plan.
Así que no temas, hazlo. Tan sólo oblígate a pensar en una sola persona. Y deja que la magia haga el resto.

La clase de Francois Bégaudeau

Francia es un país que lleva años de recorrido en el arduo y a la vez apasionante camino de la integración de la inmigración. Y uno de los ámbitos donde más retos se plantean es, sin lugar a dudas, la escuela.
Francois ha conseguido a través de su relato sencillo y directo convertir este libro en todo un fenómeno a nivel europeo. Profesor, periodista y escritor, ha logrado transformar en palabras la vida diario en un centro de secundaria de la Francia contemporánea. Cuenta su propia vida, los retos constantes, las frustraciones, las pequeñas alegrías, las derrotas y todo ello sin falsos y ejemplarizantes discursos. Como profesor se cabrea, se desilusiona, se acerca en algunos momentos a la desesperación o al abandono pero también tiene días preñados de pequeños milagros, de diminutas pero imprescindibles victorias y todo ello en el aula como escenario. Las culturas, las actitudes, el microcosmos del aula donde adolescentes de diferentes razas y estratos sociales intentan sortear y aguantar un día más dentro del casi siempre aburrido y soporífero sistema educativo.

Los profesores hablan en la sala sobre las dificultades y las particularidades de los alumnos. Los alumnos discuten y alzan las manos para responder a las preguntas que Bégaudeau, su tutor y profesor de lengua les plantea y todo al ritmo de las horas, de los descansos, de los días.

Aquí va un trocito.

Le ordené que se callara e hizo un gesto de impotencia mientras se retorcía. Apoyé los puños en las caderas.
- No empecemos como antes de ayer.
Se quedó un poco paralizada en su contorsión y yo proseguí:
- No he tenido ocasión de decíroslo pero, sinceramente, me avergonzasteis. Partirse de risa en medio de un consejo de administración no se hace. Era muy molesto no poder haceros parar.
- Bueno, qué pasa, al final salimos, ¿no?
- Al cabo de diez minutos, y esos diez minutos estuvieron de más.
- Pero si no molestábamos.
- Y tanto que molestabais, de hecho la gente estaba muy molesta por no saber cómo deciros amablemente que pararais.
Las interesadas se miraron cada una desde una punta de la clase interrogándose con la mirada. Soumaya estaba a punto de refunfuñar y yo estaba dispuesto a desahogarme.
- Lo siento pero para mí reírse así en público es lo que llamo tener una actitud de zorras.
Explotaron a coro.
- No somos unas zorras.
- No se vale decir eso, profe.
- Yo no he dicho que seáis unas zorras, he dicho que ese día tuvisteis una actitud de zorras.
- Bueno, vale ya, tampoco hace falta que nos trates así.
- Tratarnos así no se hace.
- No se dice tratar se dice insultar.
- Pues tampoco hace falta que nos insultes de zorras.
- Se dice insultar a secas o tratar de. Pero no una mezcla de las dos. Os insulté o bien os traté de zorras, pero no las dos a la vez.
- ¿Y por qué nos insultas de zorras? Eso no se hace, profe.
- Bueno vale, ok, de acuerdo, lo dejamos aquí.

Y por último.

Carta a un adolescente de Vittorino Andreoli.

Es una carta que con un lenguaje sencillo y una fuerte carga emotiva habla a los adolescentes sobre los problemas que aparecen al afrontar esa etapa de la vida. Algo más políticamente correcto que los dos títulos anteriores, más enfocado para padres que para jóvenes pero con un punto de vista interesante por su intención de acercamiento, de consejo más que de imposición. Nada de asentar verdades ni convencer a los adolescentes sobre el bien y el mal que les espera en cada esquina, simplemente una conversación, un texto para los adolescentes de hoy que serán los adultos que cambien el mundo. O como todos los adolescentes que los han precedido, intentarlo.

Descubrir el amor, los misterios de la sexualidad, los conflictos familiares, el mundo.

Otro trocito.

Acuérdate de criticar a tu padre y a tu madre, de defender tus derechos, incluido el del riesgo y el error. Pero ámalos siempre. Te han engendrado, un acontecimiento tremendo y estupendo porque estás y puedes dar un sentido no sólo a tu vida, sino a aquella más vasta del mundo: puedes ser mundo.
No te malogres, no te hagas daño porque, haciéndolo, golpeas al mundo entero.
No te perteneces, eres. Estás como está el mundo en torno a ti. Eres misterio, y en el misterio de tu estar quizá vales más de lo que imaginas. Tienes un sentido que va más allá del sentido.